María Díaz se nos va a Sevilla para continuar su vida religiosa en otra comunidad. Dicho así queda frío, muy frío… María nunca nos abandonará, siempre estará en Cádiz, a pesar de su silencio, de su entrega callada, de puntillas, sin molestar. Hace unos años, cuando se jubiló y dejó de dar clases de Matemáticas, de Ciencias… no nos dimos ni cuenta, porque su labor más conocida en estos últimos años siguió ejerciéndola en la secretaría del Colegio, hasta ayer mismo seguía tecleando con toda la paciencia del mundo en el ordenador de secretaría. Recuerdo sus palabras cada vez que me veía aparecer por secretaría; “Javier me tienes que explicar como se hace esto o aquello…”, sus ganas de hacer las cosas bien, de tenerlo todo ordenado, de tener en su cabeza el lugar exacto de cada uno de los papeles que parsimoniosamente colocaba en su sitio exacto. ¡Qué mujer! ¡Qué amabilidad! ¡Siempre sí! Tantos recuerdos, tanto compartido en lo personal y en el trabajo. Por eso María nunca se irá de Cádiz. Forma parte de nuestras vidas, de la vida de los que la conocimos hace tanto tiempo y seguro de la que la conocen desde hace menos. No verla por las escaleras o encontrarla en secretaría a diario seguro que supondrá para algunos un trauma fuerte, porque nuestras vidas están hechas de pequeñas cosas, de pequeños encuentros pero sobre todo de relaciones afectuosas y cariñosas como las que mantenemos con María. Te quiero. Te queremos.
